DAVID
Diciembre del año 2015, en unos
segundos la red se carga con los primeros comentarios sobre el “Despertar de la
Fuerza”. Sandro y Fernando quedan en verla al día siguiente para evitarse las
colas. Algunos comentarios indican que la saga retomaría el estilo de la trilogía inicial, incluso los viejos Leia, Luke y Han Solo tendrán algunas
escenas. A Sandro no lo entusiasma lo
que lee, pues las anteriores películas que buscaron devolverle actualidad a la
saga habían sido un fiasco. “Una historia mal contada con exceso de efectos
digitales.” Así las definió, la línea más dura de fanáticos. De todos modos
Sandro había dejado de ser un fanático y solo iba al Centro Comercial Arenales
para escapar unas horas del tráfico, comerse una hamburguesa con papas al hilo
y mirar las exhibiciones.
La luz que irradia la pantalla
similar en tamaño a un libro de bolsillo, los mantiene alucinando. “Quiero que veas esto” le dice Sandro en voz
baja. Fernando quiere voltear pensando que tal vez en su ausencia, mientras cenaban
en El Farolito, alguien se ha subido a esperarlos y esta despatarrado en el
asiento trasero, una fémina impaciente que ha decidido esperar en el auto para
ahorrarse la vergüenza de entrar a ese antro que ellos llaman El Farolito,
cueva de galifardos en donde se come toda clase de menudencias guisadas y en
donde respondiendo a un deseo atávico, Fernando las engulle con placer cada vez que
tiene la oportunidad de sentarse en una de sus mesas; Sandro en cambio más
refinado en sus costumbres alimenticias pide solo frituritas. Pero no, atrás no
hay nada más que un asiento desvencijado por el uso, restos de comida y de
huellas dactilares. Los conocidos ahora son inubicables, que lastima piensa
Fernando y haciendo ademán de sorpresa cierra los ojos a la corriente de
emoción en formas de chispas de saliva que Sandro va disparándole en la cara
mientras le explica las funciones de su nuevo celular, ignora que a su
partenaire los jugos del mondongo guisado aún le sazonan los pensamientos y que
sus explicaciones además de inteligibles quedan rebotando en la tierra baldía
en que se ha convertido su cuero cabelludo, entonces él, su amigo, Fernando, incomodo
mas no indiferente por lo que va sucediendo, toma distancia y le responde que
recién ha comido y que ver esas imágenes le malogra la digestión. En su fuero
interno la situación es otra, su personalidad aunque timorata se arma de valor
para evitar que sea reducido a un vulgar voyerista, prefiere husmear en privado
y no exponerse. Mejor bajo la ventana para respirar el fresco de la noche,
piensa evocando la imagen vivaz de un perro que en pleno viaje saca la cabeza
por la ventana para lamer el aire. Ajeno a lo que ocurre a su alrededor, Sandro se concentra en
dejar atrás los preámbulos aburridos del video. Las huellas de sudor que van dejando
sus dedos opacan las imágenes. “Aca, aca” dice y sopla sobre la pantalla. Intenta
borrar sus huellas y no hace más que agregar saliva a la grasa que dejaron sus
dedos. “¡Puta madre justo ahora!” La ventana que contiene el video desaparece
en su intento de querer limpiarla con la manga de la chompa. “Y ahora como
regreso” Sandro el amigo libidinoso apreta el icono de Youtube guiado más por instinto
que por un conocimiento tácito del asunto, la pantalla se vuelve a iluminar y
la protagonista del video reaparece lamiéndole el glande a su co-protagonista.
Feliz de tener un problema menos que solucionar observa con lascivia la piel
brillante de la actriz. Una rubia con facciones de niña, con el busto no tan
desarrollado, pero de caderas anchas y de glúteos extremadamente grandes.
Sandro tiene predilección por cualquier superficie blanca, no le interesa
profundizar en su contenido mientras esta le transmita una sensación de
pulcritud. Cuando la línea roja que indica la duración del video llega al final,
vuelve a deslizar sus dedos por la pantalla para abrir Facebook. De regreso y
contrariado porque el “Fresco de la Noche” más que refrescar le llenó las
fosas nasales con efluvios de pescado podrido, Fernando retoma su puesto de copiloto.
Algunos Facebook tiene el acceso restringido, otros en cambio son más
accesibles y publicaban fotos de viajes, reuniones de cumpleaños, todos muy
felices como si sus vidas fueran una continua celebración. Las únicas cosas tristes publicadas en el
Face son réplicas provenientes de alguna noticia que ha concitado el interés
público por lo peculiar o porque tienen algún tipo de conexión con su entorno. Los
primeros mails que enviaron parecían mensajes encriptados, con algo de
vergüenza por su incapacidad tecnológica pidieron ayuda al encargado de las
cabinas, un tipo que se abotona las camisas hasta el último botón del
cuello y se pasea por la avenida de la
mano de una joven que al verlos da un giro brusco de cabeza, cubriendo con su cabello negro la imagen terrible de sus figuras. Confundidos
se miran el cierre del pantalón, por si en un descuido lo han dejado sin cerrar. El encargado, aburrido de lo que al principio le pareció una gran idea,
dejó a un lado su tablilla y con sarcasmo y diligencia hipócrita los dirigió en
la creación de su primer correo electrónico. Luego, tras unos minutos, con
algo de pena por estar frente a dos incapacitados sociales, de manera menos afectada continuo
dictandoles los pasos para enviar emails. Esa fue la primera y única
vez que hicieron contacto con aquel personaje que vieron desfilar tantas veces
por la avenida de su barrio. Algo tenían esas camisas abotonadas hasta el
cuello que ellos nunca pudieron descifrar, algo había en ese tronco erecto que
se proyecta siempre hacia adelante como la proa de un barco, algo había, pero
no sabían que. Al comienzo sus incursiones en el Chat fueron patéticas. Cómo interactuar con alguien que no estuviera frente a ellos? Solo
cuando la tecnología se fue volviendo más accesible pudieron disfrutar de sus
beneficios como ahora que la pornografia se ponía a tiro de mano. Mientras
exploraban se acordaron que Memo había estudiado en el Santa Mariana y conocía
a varios de los que por aquel entonces eran integrantes de los grupos más
populares de Zarate. Buscaron en los amigos que acumulaba su cuenta. Rodrigo
Montaño fue al primero que reconocieron. La mayoría de las imágenes que
publicaba en su Face eran memes y no había continuidad en sus publicaciones. En
uno de los memes aparecia el Mad de las historietas esnifando lineas de cocaina.
Fernando trató de explicarle a Sandro quien era Mad, pero Sandro no tenía
registro de aquel personaje. Solo encontraron dos fotos tomadas en una reunión
de cumpleaños en las que un Rodrigo algo barrigón y con el cabello peinado
hacia atrás le hace muecas a la cámara. Fernando no logra cruzar las imágenes
del antes y después de Rodrigo. El hombre de las fotos es muy distinto al
Rodrigo que recuerda. A pesar que entre ellos nunca hubo una amistad, el
recuerdo de una tarde en que lo vio con sus jeans rotos en las rodillas, la
polera amarrada a la cintura, parado en una de las esquinas de la avenida Chimú,
fue suficiente para rodearlo de su admiración. ¿A quien estara esperando? Se
preguntó haciéndose el disimulado mientras ojeaba las novedades del puesto de
periódicos. Al rato apareció una joven de cabellos castaños. Se dieron un beso
en la boca y se fueron cogidos de la mano. Parado fuera del escondite que le
ofrecía el puesto de periódicos, Fernando se quedó observandolos hasta que la pareja
se convirtió en una silueta borrosa. En aquel entonces Fernando tenía el pelo
tieso y estaba algo rechoncho, jugaba a la guerrita con lanza chapas y
disfrutaba haciéndose el muerto cuando una bala imaginaria impulsada con saliva
le atravesaba el cuerpo. “Que feo se ha puesto ese”, dijo Sandro refiriéndose al
Rodrigo actual. Luego bostezo y volvió al listado de amigos para seguir
buscando. ¡Mira! le dijo punteando otra vez con saliva la pantalla del celular.
(Habia encontrado a una de sus ex - enamoradas.) Marly desde un lugar cubierto
de nieve. Lleva una casaca de invierno de esas que imitan los abrigos de
esquimal. A sus espaldas se vislumbra un bosque. Aunque algo pálida, tiene un
aspecto saludable. El gringo que la acompaña la rodea con los brazos. Tiene la
cabeza apoyada en uno de sus hombros. La sacudida inicial que pareció por un
momento convertirse en algo gratificante ha devenido en un hincón intestinal
que lo ha llevado de manera disimulada a frotarse la barriga. Mudo de dolor, empieza a
leer los comentarios, todos efusivos y aprobatorios. Ja, Ja, borrado por
completo de aquella vida. Una voz remota se amplifica en su interior conforme
la visión del recuerdo se va configurando en su totalidad. “Metelo mas fuerte,
mas fuerte amor…” su mano se desliza de la barriga hacia la entrepierna, el
cambio repentino en su ánimo refresca el ego ya bastante reseco y a veces hasta
inservible, avivado agrega un comentario. “Te acuerdas cuando me gritabas que
te lo metiera mas fuerte…” una risa guasona algo rezagada por la reciente
parálisis le impide celebrar el momento. Borra lo escrito y escribe otro nombre
en el buscador de contactos. Fernando quien acaba de salir del tunel de sus
recuerdos con tela de arañas adheridas a la ropa seguira regurgitando imágenes
del pasado hasta en el sueño que se le viene, y cuando despierte otra vez como
en las últimas anteriores ocasiones, se le hara dificil recordar lo que ha
soñado, procrastinando todo, otra vez, sin resultado positivo porque los
lóbulos están llenos otra vez de imágenes y pensamientos recientes que esperan
analisis y reflexion, y otra vez todo se repite de nuevo, hasta que varias
semanas después de esta noche a la que nos estamos refiriendo en este cuento
¿no?, recuerda que esta fue la última vez que habló con su amigo, y que por un
desacuerdo de opinión disputado a última hora, una cuestión digamos de lealtad
hacia una tercera persona, una fémina para ser más exactos ellos: Sandro y
Fernando dejaron de hablarse, quien sabe, como dicen: “Para siempre.”, y no pudieron asistir juntos
a ver “El Despertar de la Fuerza” y esta contrariedad aunque inofensiva se
sumaría a la lista de recuerdos que los haría recordar esta fecha y preguntarse
¿Qué fue lo que pasó? Pero esta noche, en la que ambos se han quedado sentados
haciendo, dicen, la digestión y Sandro con voz callada, ha dicho “Quiero que
veas esto…” y sacandosela del bolsillo le ha extendido la pantalla de su nuevo
celular y lo primero que aparece es Alexis Texas vestida de profesora, con un
mandil de enfermera a punto de estallar por la potencia de su cuerpo. (Mejor
debió llamarse Alexis Tetas pensó Fernando al segundo de verla en accion.) Ademas
de la lujuria primigenia y en formato impreso que se instaló en su vidas cuando
tuvieron acceso cada uno por su cuenta a las revistas pornograficas que los
adultos escondian bajo el colchón o en la ruma de diarios pasados, existen además
otros motivos de apariencia engañosa y a veces rudimentaria pero no por ello
menos importante que los motiva además de la pornografia que ahora, como
indicamos unas líneas arriba está a tiro de mano; decíamos que hay una melodia en
apariencia inofensiva encastrada en las circunvoluciones de sus cerebros que ha
motivado a estos amigos a quedarse estacionados un rato mas del acostumbrado, fuera
del establecimiento de comida, ignorando sobre todo las miradas del vigilante
nocturno que a pesar que los conoce por la frecuencia con la que acuden a
comer, y por la amabilidad que desborda cada vez que los ve llegar piensa muy
sincero y muy serio, que son un par de lacras humanas, imposibilitado no
sabe bien por qué, de medio cerrar los ojos y medio dormir todos los minutos
que pueda antes que amanezca; pero no, decíamos que tampoco es el soundtrack de
Star War que Sandro minutos antes de recoger a Fernando mientras lo esperaba
aparcado frente al edificio donde esté alquila una habitación, ha instalado
como ringtone en su nuevo celular escogiendo entre todas las opciones el tema de
Han Solo y la Princesa Leia, el mismo que cambiara una semana después entre los
minutos de espera en una estación de servicio por una Fanfarria Rebelde más
acorde con su espíritu burlón deteriorado por la reciente parálisis debida a un
exceso de estress o a un virus que flota en el ambiente, entonces, como llegando
al final de este tramo, y para evitar un final abrupto, cierro los ojos a este
rayo de luz disparado por mi cerebro, y veo a Fernando veinte años atrás urdiendo
el engaño. Nervioso, metiendo en una bolsa de plástico varios de sus juguetes
cogidos al azar o por sus colores plomizos, los envuelve hasta volverlos
indefinibles en su envoltorio, su madre pregunta, no entiende bien la respuesta,
prefiere seguir concentrada en el televisor, ¡Aquí está! ¡Aquí está! dice
sacando el paquete por la puerta, sostenido en su mano para que Sandro, Cesar y
Germán lo puedan ver desde el portón, diez metros desde donde él está, ¡Aquí
está! les grita agitando el paquete, sacalo de la bolsa le gritan ellos, el no
responde, después explicará que no los escucho. Sandro tiene dudas pero hace un
pequeño esfuerzo por darle a esa forma indefinible la apariencia del Scout
Walker que Fernando le ha jurado que tiene, los demás algo confusos revisan en
su mente aquel paquete envuelto en plástico transparente, les parece haber
visto además del Scout Walker los colores del traje de un cazarrecompensas, y así queda sellada la amistad, para cuando Sandro
lo invite a jugar a su terraza y le pida que traiga su Scout Walker para jugar
a Star War ya no importaran sus
explicaciones. Antes de esta
interrupción espacio temporal, decíamos que la melodía en apariencia inocua
remite a un video clip, un One Hit Wonder escuchado hasta el hartazgo pero que
a ellos los conectaba con su pasado y con el recuerdo en particular de un
personaje mitificado por ambos en sus regresiones al mundo de su adolescencia,
un personaje muy parecido al vocalista del grupo que aparecía en el vídeo.
David, así se llama o se llamaba pues hasta que no lo encuentren no podrán
constatar si esta vivo, y los mas importante si aun conserva su apariencia de
Rock Star. Fernando recuerda que por un error que nadie quiso corregir
terminaron llamándolo Whan y no A-Ha, por que era más fácil de pronunciar
piensa ahora que se ha vuelto más pensante y más tarde cuando Sandro lo
devuelva a su casa, escribirá en el Google: vocalista del grupo A-ha y cuando
lea Morten Harket reirá sabiendo que hubiese sido imposible llamarlo Morten,
pues de Morten no tenia nada pero de A-Ha o de Wham mucho, y él, David, no
hacia el ridiculo imitandolo en sus poses o en su manera de vestir, pues era
igualito. “Fácil que era Cajacho, dice Sandro porque su hermano, el que era
mayor se parecía a Rick Astley jajaja”. Pero nada, no hay rastro de David. Ni
en los Facebook de aquellos que pudieron conocerlo. De pronto Sandro evoca un
dato transmitido por un pasajero, otro viejo conocido al que recogió en su taxi
y reconoció después por el espejo retrovisor, algo, no recuerda bien, pero como
que Rick Astley estuvo trabajando en Canadá, en un barco pesquero y que le iba
muy bien y que esto y lo otro, pero que hace poco lo vieron manejando un taxi
por Zarate. Un Tico. Quizás junto el dinero suficiente y se regreso, igual es
un dato difuso, difícil de comprobar. No se acuerda quien se lo dijo. ¿Y David?
No se, seguro tambien se fue a Canadá, pero el se amarró con una gringa y se
quedó. Huumm, seguro La Fuerza Delta era la Fuerza del Tabaco. Y así quedan, pensando; el recuerdo flotando en la cabina como un pedazo de niebla que luego se disipa cuando adormecidos
de estar sentados tanto rato, se bajan a orinar y a estirarse.