domingo, 21 de junio de 2015



Hace cinco años decidí romper la rutina. Rutina noble pero embrutecedora. Como un molusco adherido a la roca, demore diez años en tomar la decisión. Diez años? Me preguntan. Por que demoraste tanto tiempo? Me gustaría tener una respuesta. Una respuesta clara y precisa, pero no, no hay respuesta posible, en su lugar hay miles de posibles respuestas dando vuelta por mi cabeza, miles de excusas por las que uno nunca se atreve a salir de algo que ya huele a malogrado. Me gustaría decir que puse fin a mi rutina noble pero embrutecedora por mi propio impulso, me gustaría decir que una mañana tome la decisión respaldado en mis convicciones, pero no, fueron otros los resortes que me impulsaron a dar el gran salto. Cinco años trabajando el librerías me han hecho casi olvidar aquel antiguo empleo. 
El primer año tuve que hacer varios trabajos para poder quitarme los restos de mi pasado laboral. Vendí artículos cosméticos en un call center, hice facturas y cargue javas de huevos en una avicola, fui seguridad en un casino. Aquel primer año de mi nueva vida, tuve que adaptarme con rapidez a los nuevos cambios. Todo fue válido, pero aún no encontraba mi lugar. Mientras tanto le seguía robando tiempo a mi familia para leer y escribir. Leer y escribir no era un pasatiempo, leer y escribir le daba sentido a mi vida en una época en que todo era inestable. Al finalizar el primer año un antiguo compañero de trabajo,  con el que me cruce por casualidad en un centro comercial, me hizo una propuesta. Lo habían ascendido y en su calidad de Jefe de Área me invitaba a trabajar con él. Acepte luego que el dueño de la avicola me gritara como a hijo por un error en las facturas. La empresa ofrecía muchos beneficios y lo que ganaba en la avicola no me alcanzaba ni para pagar el alquiler de la casa. Durante cuatro meses volví a mi antigua rutina. Por las noches regresaba cansado, sin ganas de leer o escribir, prendía la tele y me quedaba despierto hasta la madrugada. En el trabajo el tiempo parecía detenido. En cambio en mi fuero interior el tiempo revolucionaba. Me contaba miles de historias a mi mismo mientras cumplía mi servicio. En una de aquellas yo era el feliz ganador de la Tinka, y me compraba un departamento en Barranco con una biblioteca enorme que iba llenando con las obras completas de todos mis autores favoritos. JA,JA,JA,JA, si alguien se daba cuenta que me estaba riendo solo se acercaba intrigado a preguntarme si algo malo me estaba pasando. Muy pronto me descubrí hablando solo, mis pensamientos cansados del encierro empezaron a filtrarse al exterior. Tuve que tener cuidado no quería que me tomen por un loco.
Una mañana en uno de mis paseos domingueros, caminaba con Salvador y en la vitrina de una librería habían pegado un anuncio. "Se necesita vendedor." ¡Un vendedor de libros! Es ahora o nunca me dije y al día siguiente, aprovechando mi hora de refrigerio, fui con mis papeles a presentarme. No tenía todos los requisitos, pero le dije a la persona que me entrevistaba, que sabía mucho de libros. Que me había estado preparando desde hace mucho tiempo (Toda la vida.) para este trabajo.
Al día siguiente me llamaron preguntándome cuando podía empezar a trabajar en la librería. Ya se imaginaran lo feliz que me hizo esa llamada. Después de eso solo tuve que darle las gracias a mi antiguo compañero por el apoyo y renunciar lleno de júbilo. En la empresa no quedaron muy contentos con mi renuncia, pero ni modo, no se puede hacer felices a todos.
Llevo trabajando cuatro años en librerías, y lo bacan como le decía a Javier la otra noche mientras viajábamos colgados en el ómnibus, es haber conocido a tantos jóvenes, brillantes todos, que me guiaron en mis primeras lecturas sobre otros géneros a los que ni me había acercado quizá por prejuicio,  o simple ignorancia. Oscar es uno de ellos, uno de aquellos jóvenes brillantes, un cohete que explota en el cielo y deja una estela radiante de inspiración. Oscar me invito a trabajar en su proyecto, después de conocernos por un amigo mutuo: Carlitos Lozano al cual siempre recordare por que fue quien me recibió en la primera librería que trabaje y me recibió con una sonrisa. Gracias Carlitos. Hace unos días Oscar le dijo adiós a su proyecto, después de año y ocho meses Oscar le puso punto final para empezar otro. El proyecto se convirtió en realidad y Oscar se va con la satisfacción de haber cumplido su meta. 
En la foto yo soy el que esta en el lado izquierdo, al que apenas se le ve la nariz y los ojos. Cuídate Oscar.