domingo, 20 de septiembre de 2015


Cuando trabaje en Atlantic City, teníamos una rutina que realizábamos al ingresar por las mañanas. La llamaban El Drop. Durante la formación nos avisaban quienes eran los seleccionados. Entonces los nombrados subíamos a los vestuarios para cambiarnos el traje por algo mas cómodo. La persona designada como encargada del Drop, nos indicaba la sección que nos correspondía, recordándonos que solo teníamos una hora para terminar el trabajo. La tarea consistía en recoger los depósitos de los tragamonedas repletos de la noche anterior.  Vigilados por el circuito de cámaras, una a una íbamos sacando las cajas con su valioso contenido. La presión del grupo nos obligaba a ser eficientes. Ademas nuestros contratos estaban en constante observación y cualquier error era tomado en cuenta para su renovación. Había que tener cierta habilidad para introducir la llave y extraer con un juego de muñeca, la pesada caja de metal, evitando en todo momento que alguna moneda cayera al suelo.
Yo que siempre andaba desafiante con un libro entre las manos, era visto como un "Raro", y en la formación se rumoreaba que no me iban a renovar el contrato.
El día que fui seleccionado para el Drop, las piernas me temblaban. Cuando me vieron ingresar a la sala, se soltaron los comentarios. Todos coincidan en mi fracaso. En esos momentos, por debajo de mi pellejo recuerdo que circulaba una sensación que amenazaba con dejarme paralizado. Después de escuchar las indicaciones del encargado, me dirigí a mi posición y empece con el Drop. Concentrado en lo que hacia me fui afianzando, y una a una fui sacando las cajas de cada tragamoneda. Mis manos actuaban con tanta soltura, que ni enterado cuando minutos después, sacaba la última caja de la linea de máquinas que me habían asignado. Había transcurrido una hora exacta. De regreso al vestuario, yo iba por delante de la fila enseñando los dientes de contento a todos los que iba encontrando en el camino; atrás mis compañeros, encorvados por el cansancio, me seguían en silencio.


 A veces somo capaces de hacer cosas que nadie se imagina.



                              Abandonarlo todo por la literatura sin culpa ni remordimiento.