miércoles, 6 de enero de 2016


Sorprendido sonrió nervioso a manera de saludo. El volumen de su cuerpo le preocupo. Tras preguntar y quedarse callado por unos minutos, se hallo responsable por haber estado ausente tantos años. Sin embargo, excitado como en otras ocasiones por la alegría de volver a verlo con todas sus extremidades completas, deseo alimentarlo de manera abundante y sin reparos. En su imaginación, el se inflaba como un dibujo animado, hasta convertirse en un robusto bebe. Repaso los minutos que habían transcurrido desde que entro a la pastelería, por si había en sus formas algo turbio o mal intencionado que lo ponga al descubierto. No encontró nada, ademas de su imagen reflejada en los vidrios de la puerta, algo subida de peso para sus ambiciones. "Cuarenta y dos años recién cumplidos, decía, quien puede darse el lujo de tener una barriga tan plana." Habían varios, claro que si, que tenían una barriga verdaderamente plana y musculosa, pero en la frecuencia de la vida en que se encontraba, el era un campeón, Oh! Si!, un campeón a su manera. Snif, snif, huele a cigarro. Julio fumaba con abusiva confianza, no le importaba o no recordaba, _le daba igual_ los consejos dados por este hombre a quien en otro abuso de confianza, llamo "Viejo". Ese detalle debió advertirle que ya no era su muchachito. Disimulo su fastidio enseñándole el paquete que contenía las dos empanadas, una de carne y otra de pollo. Así cruzaron la calle: mirándose  de reojo para sincronizar sus afectos. Al rato, cuando el primer cigarro se apago, volvió a sacar su cajetilla del bolsillo del pantalón; era una cajetilla de seis unidades. Bueno la cosa no estaba tan mal, pensó. Odiaba el humo del cigarro, era insoportable. Hacia varios años que ya no fumaba. Cuando tenia la oportunidad de hablar sobre aquella época, la velocidad de su locución disminuía; su voz adquiría un tono pausado al explicar sin tartamudeo alguno, que lo había dejado sin ayuda. Que simplemente un día se fumo el ultimo cigarro y eso fue todo. Pensaba que su experiencia podía ayudar a los demás. Pero en el círculo de relaciones en que se encontraba, a nadie le interesaba escuchar lo que tenia que decir. Continuaron caminando. El plan era buscar un lugar donde pudieran sentarse a seguir conversando.