ZARATE
Todo empezó con el estruendo de un timbre y la desintegración de un
sueño que amenazaba con filtrarse por los folículos vacíos que le iba dejando
una trepidante alopecia. Aferrado con todas las uñas para no despertar… Raaang!,
un segundo timbrazo volvió a remecer la habitación. Resignado, bajo la escalera
puteándo el olvido de no haber desconectado aquel aparato del infierno. La emoción de haber
logrado camuflar los veinte metros de cable mellizo por los filos y hendiduras,
guiándolo con éxito hasta el interior de su habitación, quedo en el recuerdo. No imaginó que tratándose del único timbre, lo apretaría cualquier imbécil.
¡Mierda! y mientras cerraba su boca rabiosa trago una bocanada de aire podrido. Si le hubiera hecho
caso al vendedor pensó, una melodía de caja musical y no el Raaang! monstruoso
proveniente de un aparato con formas más industriales que domésticas, lo
despertaría cada mañana. No había terminado de sofocarse cuando al
cruzar el marco de fierro de la puerta, golpeo su pie derecho. Fue un golpe
seco. Directo a la uña del dedo gordo. Aferrado a la puerta, calculo lo idiota
que sería tumbársela a patadas. Rebalsado de ira y con lágrimas en los ojos
saludo a su amigo quien con la mansedumbre acostumbrada, lo esperaba ojeando a
sus aires la sección de espectáculos de un diario de cincuenta centavos. Por un
segundo le pareció que el gris desvaído del Hillman se disolvía en la neblina
nauseabunda que a esas horas invadía las calles. Pero despegandola de sus
ojos, se dio cuenta que solo se trataba de una legaña.
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